Ha comenzado el tercer capítulo del inacabable fichaje de Fàbregas por el Barça. Al igual que hace un año, cuando declaró en Port Aventura que sólo se iría al Barça si dejaba el Arsenal y meses después por 'sorpresa' Puyol y Piqué le pusieron la camiseta blaugrana en Madrid Río mientras celebraban el Mundial, ha comenzado la fase de los gestos. Unos gestos que tienen que verse acompañados de una pasta gansa, todo sea dicho.
Si en algo están de acuerdo el Barcelona y el Arsenal es que tiene que ser el propio jugador el que dé un paso para salir del Emirates con destino al Camp Nou. Wenger quiere un gesto de Cesc para poder argumentar que él luchó lo indecible para retenerle, y el Barça necesita la presión del jugador como as en la manga para bajar lo posible el precio.
Pero estaría bien que por esta vez, los técnicos y los directivos del Barça estuvieran de acuerdo y que no se llegara a la situación del año pasado, cuando por un lado Guardiola le decía a Cesc que era indispensable y Rosell le contaba a Wenger que su capitán no era prioritario. Fàbregas es más prioridad para el técnico que para el presidente y ahí puede haber un problema.
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